Al llegar a la ciudad nos asombró ver como las gatas de Estambul campan a sus anchas por la ciudad y lo cuidadas que están; en otras ciudades se pueden ver estas pequeñas felinas que nos apasionan, aunque no en una proporción tan elevada como en Estambul y están muy delgadas, sucias y en muchos casos heridas o moribundas. En cambio, en esta ciudad sorprende su aspecto, parecen bien alimentadas y con el pelaje brillante, como las que podemos tener en casa.
Las gatas de Estambul se te acercan, se dejan acariciar, entran en los restaurantes, bares, tiendas; pasean entre los clientes y empleados buscando mimos y esperando que les caiga algo de comer. Parecen gatas domésticas, no temen acercarse a las personas.
Esto tiene una explicación sencilla, los habitantes de Estambul comparten nuestra pasión por estas pequeñas felinas. Les dan de comer, les proporcionan refugio dentro de los locales cuando tienen frío y no les hacen ningún daño, al contrario, cuando se las cruzan las acarician y les dejan pienso en los poyetes de las ventanas, en las aceras. Lo mejor de todo es que, las gatas de Estambul además de estar cuidadas por los habitantes de la ciudad, el Ayuntamiento tiene repartidas casas con espacio para unas cuantas gatas, donde les ponen una manta y cuencos con comida y agua.
Las gatas de Estambul son de diferentes razas, encuentras de pelo corto: comunes europeas, carey, siamesas; y de pelo largo: persas y comunes europeas de pelo largo que entendemos se debe al cruce entre dos razas.
Antes de que abran los establecimientos que se encuentran alrededor del Gran Bazar nos sentamos en un pequeño bar, regentado por una lugareña que apenas habla inglés, a degustar un café turco. Una gata se acerca, desperezándose y se sienta delante de la tienda , todavía cerrada, que tenemos justo enfrente. Minutos más tarde aparece un señor, que se agacha para acariciarla, la gata juguetea entre sus piernas, mientras él levanta la persiana del local. Entran los dos en el interior y él, antes de encender las luces le prepara un cuenco con pienso y otro con agua. La gata desayuna y se relame contenta, mientras el dueño del establecimiento coloca una vitrina con unos periódicos en la puerta. Es hora de comenzar nuestra ruta por la zona del Gran Bazar, salimos del local y nos acercamos a saludar a la gatita que descansa encima de los periódicos como si de una cama se tratara. ¡Fantástico!
Y nos preguntamos ¿Qué pasaría si una gata ocupara un espacio privado o un negocio en cualquier otra parte del mundo?
Las gatas de Estambul las puedes ver en el interior de las mezquitas, donde incluso existen espacios prohibidos a las mujeres, ellas acceden y pasean con tranquilidad o duermen en los lugares más calentitos o fresquitos (dependiendo de la época del año) porque como ya sabéis las gatas siempre escogen el mejor sitio.
Las gatas de Estambul pueden verse en la zona de los aseos que están a la entrada de las mezquitas, incluso alrededor de las tumbas de los Sultanes y nadie las echa, ni las molesta. Está claro, que si eres una gata el mejor sitio para vivir es Estambul. Puedes vivir en libertad, tu casa es toda la ciudad, te alimentarán y te darán cobijo cuando lo necesites.
Algo que nos parece fantástico es que las gatas de Estambul no solo conviven con las personas, sino que también comparten espacio con perros, y no son perros pequeños, son enormes e igual de cariñosos que las gatas. Se dejan tocar y los puedes ver dentro de los pubs y bares durmiendo bajo alguna de las mesas.
¿Por qué las gatas de Estambul son las reinas de la ciudad? Preguntamos a los lugareños y nos dan varios motivos: Estambul era una ciudad portuaria y en los grandes barcos venían gatas para atrapar a los ratones. Los mercaderes agradecían que les libraran de los roedores y permitían que viajaran con ellos. Un dato que nos sorprende es que en la época Otomana ya cuidaban de las gatas, les daban comida y en las construcciones hacían puertas y ventanas para que pudieran acceder al interior y protegerse de las inclemencias del tiempo. Se dice, también, que el profeta del Islam (religión mayoritaria de Turquía), Mohamed, era un gran amante de estas felinas y seguro que esto ayudó a que los habitantes de la época respetaran a estas increíbles compañeras.
El amor que procesan a las gatas de Estambul se ha mantenido durante los siglos y hoy en día continúan respetándolas, alimentándolas y cuidándolas. Incluso, el Street Art también se acuerda de ellas y las retrata en muchas de las fachadas de la ciudad.
Al caer la noche nos resguardamos en un Pub y allí conocemos a Alberto, un gato que no debe tener más de cuatro meses, es muy juguetón y cariñoso. Después de juguetear con los adornos que decoran el local se queda dormido en mi regazo. El camarero nos explica que durante el día, Alberto, vive en libertad por las calles de Estambul y por las noches duerme en el almacén del Pub.
Nos vamos tranquilas sabiendo que dejamos al pequeño minino en las mejores manos.
Y de camino al Hotel nos despedimos de la última gata que queda despierta en Estambul, pensando que ojalá en todas las ciudades amáramos y respetáramos tanto a estas fantásticas criaturas.
Las gatas de Estambul son la prueba de que si das amor recibes amor.